Logran ejidatarios de EZ ampararse contra el decreto que designaba como área natural protegida la sierra de Montenegro. Cientos de hectáreas de fauna y flora, a merced de inmobiliarias.
David Monroy
CUERNAVACA, MOR.- Un reciente fallo de la justicia federal desaparecerá materialmente la Sierra de Montenegro --ubicada a lo largo de los municipios de Jiutepec, Yautepec, Emiliano zapata y Tlaltizapán-- que desde mediados de los años noventa está catalogada como reserva natural protegida.
Fernando Aguilar Palma, presidente municipal de Emiliano Zapata confirmó que su administración fue notificada que un juez federal determinó amparar a los ejidatarios de ese municipio contra el decreto de protección establecido durante el gobierno interino de Jorge Morales Barud, ahora secretario de Desarrollo Agropecuario del mandatario estatal, Marco Antonio Adame Castillo.
Ese decreto creaba el polígono de protección SIEMON, con el que el lugar no podía ser invadido, construido o deteriorado, ya que las especies de flora y fauna que ahí se encuentran, constituyen referentes vitales para la denominada selva baja caducifolia. La SIEMO representa la “conexión” geográfica entre la Sierra de Huautla y el corredor biológico Ajusco-Chichinautzin, lo cual representa la más importante concentración de animales y plantas del estado de Morelos.
Aguilar Palma consideró que esta situación es en verdad grave, ya que mientras que es necesario proteger la región, misma que ya está siendo impactada por la presencia de la cementera de Tepetzingo, los ejidatarios están en su derecho de que se les restituya el absoluto dominio de las tierras, ya que esas las utilizan para diferentes fines.
Sin embargo, no descartó que con el reciente “boom” de las constructoras en la zona, los ejidatarios sólo pretendan vender al mejor postor las tierras, cuyo principal característica es que mantienen niveles hídricos sumamente vastos. Aguilar Palma dijo que su gobierno buscará confirmar adecuadamente los datos, e iniciar pláticas con los ejidatarios que pretende re-apropiarse de más de 300 hectáreas de la selva baja caducifolia, cuyo ambiente permite mantener vivas zonas como el Texcal o Las Estacas.